“El hombre no es solo un ser vanidoso con deseo de
brillar. El hombre adora multiplicar sus sensaciones agradables”
En un post de este blog se comentó que, para Henri
Baudrillart, autor de La Historia del Lujo (1878) el primer principio sobre el
que se construye el lujo es el orgullo o sus “matices”: el amor propio y la vanidad.
Este autor, quien sistematiza por primera vez en un
tratado el análisis del lujo hasta el S.XIX, identifica como la segunda fuente inspiradora
del lujo en el hombre es la búsqueda de la sensualidad, el hombre desea
multiplicar sus sensaciones agradables y cuando un placer finaliza va en busca
de uno nuevo. Según Yves Michaud
(El nuevo Lujo) “…se trata de una dimensión especial del placer, la que tiene
que ver con el cambio de régimen sensorial y el descubrimiento de la novedad”.
Este comportamiento resulta un incentivo para las
empresas que tratan de variar su oferta, “en forma exquisita” para satisfacer
ese deseo y disfrute. “El refinamiento se refina aún más y aunque la oferta es
finita por naturaleza, el hombre se ilusiona con que no lo es…” H.Baudrillart.
La afirmación de Baudrillart se relaciona con las
ideas del economista inglés Nicholas Barbon
que en su “Discurso
sobre el Comercio” (1690) expone…”las necesidades y los deseos humanos eran
infinitos y la ingeniosidad que liberan es la fuerza positiva que le da impulso
al comercio y a través de él, a nuevas ocupaciones y especializaciones…Las
necesidades y deseos humanos son infinitos, y capaces de infinito refinamiento,
vía experiencia, emulación y moda…La proximidad y la emulación entre los
consumidores…favorece el refinamiento de los gustos…”
La
revolución culinaria iniciada en Francia en 1651 ejemplifica estos procesos. En
ese año el cocinero de una familia noble François
Pierre que se apodó La Varenne, emulando al famoso chef de Enrique IV
publicó un libro de cocina Le cuisinier français
(El cocinero francés). “…Como resultado del
proceso que empezó en 1651, cocinar y comer dejaron de considerarse una simple
necesidad para convertirse en un terreno donde la sofisticación resultaba
posible y deseable. Desde entonces, valores como el refinamiento y la elegancia
han gobernado este terreno. Para la segunda mitad del siglo XVII la cocina
francesa comenzaba a ser descrita con términos que nunca antes habían
pertenecido al vocabulario del escritor culinario: primoroso, delicado, refinado,
cortés, civilizado... Como resultado la comida se hizo cuisine y la
cuisine se hizo francesa…” (Joan DeJean - La
esencia del estilo).