Vivimos en una sociedad de
continuos cambios, compartimos un tiempo de ritmo vertiginoso, las variaciones
crecen a ritmo creciente; es una época tan creativa que mutan hasta las formas
de cambiar. Los cambios reflejan la liberalización de nuestra capacidad
creativa, capacidad que deberíamos utilizar para convivir en una sociedad
solidaria de suma positiva.
En la historia de la
humanidad se han sucedido infinidad de innovaciones, pero nunca a la velocidad
actual. Esta nueva época de aceleración de novedades sin fin es relativamente reciente.
Para tratar de entender cómo puede evolucionar, se propone, hacer un viaje a
los inicios de la innovación, buscando conocer cuándo y por qué empezó esta nueva
era.
Benoît Godin en su libro sobre el
desarrollo del término innovación, destaca que este concepto empezó a tener un
sentido socialmente positivo a partir de la época de la Revolución Francesa.
Antes era poco utilizado y, aunque esto resulte extraño en la actualidad, el
cambio implícito en su significado tenía connotaciones negativas para la
sociedad.
W. Tatarkiewicz en su texto “la
Historia de Seis Ideas”, destaca que al comienzo del S. XIX el término creatividad,
dejó de usarse como “Crear de la Nada” o sea “Creación Divina”. Pasó a
significar “Crear algo Nuevo”,
relacionándolo con la creatividad de los artistas, en especial los
poetas.
Finalmente, Javier Gomá, en su libro “Imitación
y Experiencia”, analiza la evolución del término imitación. Observa que a
principios del S XIX este vocablo empezó a perder la importancia que había
tenido desde la época de la Grecia Clásica, en los ámbitos filosófico,
artístico y técnico.
Es dable preguntar qué sucesos
ocurrieron en torno a esas fechas para explicar las modificaciones observadas.
La respuesta más adecuada, es que el origen se encuentra en la
Revolución Industrial. Hubo dos grandes revoluciones en la historia de la
humanidad, la del Neolítico y la Industrial. Esta última iniciadora de cambios
radicales. Según los estudios de Angus Maddison, la tasa de crecimiento del PIB
per cápita, fue en promedio del 0,05% anual, durante siglos. A inicios del siglo
XIX comenzó a aumentar, y hoy es 30 veces superior. Estos cambios se reflejan
en la vida social, entre otros, por la disminución del analfabetismo o por el
incremento de la expectativa de vida, que prácticamente se ha triplicado en los
últimos 200 años.
El origen de la Revolución Industrial y por tanto de esta era del
Cambio, fue resultado de al menos de tres movimientos entrelazados. La
Revolución Científica, donde Galileo, Bacon y Newton pusieron en marcha la
“Máquina de Descubrir”. La Revolución Política en Inglaterra de 1688, que
limitó el poder del Monarca y otorgó más derechos a los ciudadanos, con
influencia sobre la Constitución de EEUU y los pensadores de la Revolución
Francesa. Finalmente las escuelas intelectuales, desde la Ilustración, con su apoyo a la tolerancia
religiosa y su defensa de la razón pública, hasta el Romanticismo con su
impulso al genio creador.
El valor otorgado al conocimiento científico, la disminución del poder
político y religioso, junto a las nuevas ideas de libertad y racionalidad
propias del siglo XVIII, abrieron las puertas a la Revolución Industrial; etapa
desde la cual las innovaciones pasaron a
ser vistas en forma positiva.
Este proceso surgido hace casi
250 años, se ha ido acelerando cada vez más y lleva a preguntarse: ¿Cómo evolucionará?
La respuesta, es que surgirán cada
vez más novedades, pues las condiciones científicas, políticas y sociales que
han dado origen a esta sociedad del cambio, no han hecho otra cosa que
acelerarse en todo el periodo. Además al principio, la creatividad y la
innovación estaban reservadas a los geniales artistas, científicos o
empresarios schumpeterianos, que lo hacían en soledad. Hace unas décadas han
sido las organizaciones, quienes se incorporaron paulatinamente a la rutina de
la innovación. En la actualidad cada uno de nosotros tiene los medios para dar
a conocer nuestras propuestas innovadoras. Tenemos la capacidad, los medios
técnicos y el grado de libertad social y político, que permiten expresar
nuestra potencialidad creativa. Por ende la innovación seguirá creciendo a ritmo
creciente, pero esa sucesión de cambios puede generar efectos indeseados como
el calentamiento global o la extinción de especies animales y vegetales.
Lo esperable es que surjan cada
vez más novedades, de forma y orígenes impensados. Veremos en poco tiempo,
desde coches que funcionan sin chofer, hasta la posibilidad de guardar nuestra
memoria personal en la nube. La complejidad y el caos de estos cambios
generarán más incertidumbre y la plasticidad que deberemos evidenciar para
adaptarnos a estos entornos será un reto de toda la vida. Hay científicos que
consideran que la capacidad de absorción de nuestros cerebros para la novedad
estaría próxima a encontrar un límite. Sin embargo frente a esta restricción, la
sociedad del cambio responde que nos implantaremos dispositivos para superarla.