domingo, 28 de septiembre de 2014

LA INNOVACION, ¿ES OTRA MODA PASAJERA?

Columna publicada por Osvaldo Retondaro en Diario de Navarra - 15 de septiembre de 2014

En los últimos años la palabra innovación se suele escuchar en diferentes ámbitos: desde los empresarios que promueven sus innovadores productos, hasta los políticos que tratan de convencer a la ciudadanía con propuestas innovadoras. Nutricionistas que prometen que se adelgazará con sus innovadoras dietas, chefs que difunden la innovación en los fogones, y así innumerables ejemplos.
Como en otras ocasiones, cuando una palabra se usa para todo, puede que su sentido esencial comience a diluirse y termine siendo un concepto vago e impreciso. Ahora bien, qué razones han llevado a iniciar la difusión tan amplia de este término.
Parecería que una de las explicaciones básicas de esta necesidad de innovación, ha sido el instinto de supervivencia, en este caso, de los empresarios. Hasta hace pocas décadas atrás, los países de bajos salarios exportaban mayoritariamente materias primas y, los países desarrollados bienes manufacturados. Junto a la creciente globalización, se incrementaron los procesos de deslocalización de empresas, trasladando muchos centros de producción hacia países con costos salariales reducidos – y mínima protección legal de los trabajadores -. Por ende las empresas radicadas exclusivamente en países desarrollados, hoy compiten en el mercado con manufacturas fabricadas en países de bajos salarios. Esto ha provocado que los empresarios recurran a las estrategias de innovación, en el producto y/o en el proceso productivo. En el producto, diferenciado, para competir vía calidad y no vía precio. En el proceso para disminuir los costos de producción sin alterar los salarios. Cabe recordar que la mayor innovación en el proceso productivo, la cadena de montaje de los coches Ford, derivó en un incremento salarial.
En varios países recientemente industrializados los costos de fabricación se están elevando y ya no resulta tan interesante trasladar allí la producción manufacturera. De ser así y, al detenerse una de las causas que impulsó la innovación, ¿esta palabra pasará de moda?   
Trataremos de contestar si la innovación es solo una burbuja conceptual o una tendencia que continuará evolucionando positivamente en el largo plazo.
Una de la primeras innovaciones que surgieron en el mundo ha sido el uso del fuego para cocinar y, varios miles de años después el desarrollo del lenguaje para comunicarse. Estas dos innovaciones nos llevaron a convertirnos en humanos. Somos los únicos seres que cocinamos nuestros alimentos y expresamos nuestros pensamientos. El fuego, que nos convirtió en omnívoros incorporando una mayor ingesta de proteínas animales, produce además un efecto de predigestión en los alimentos ingeridos. La reducción del tiempo dedicado a la alimentación y a la digestión y,  en especial la mayor cantidad de energía disponible en el organismo, facilitó el desarrollo de nuestra masa cerebral, que pasó de 450 cm3 a los 1.250 cm3 actuales. Otros investigadores, como Faustino Cordón, explican que el cocinar nos hizo humanos, pues en la comensalidad se fue desarrollando la mayor creación de los hombres, el lenguaje. Más allá de esa teoría, tener una mayor masa cerebral permitió la evolución de una comunicación más elaborada y la generación de un sistema de lenguaje.
Posteriormente en la historia aparecieron todo tipo de novedades, desde la escritura, hasta la imprenta, de la penicilina a la bomba atómica, del ordenador a las drogas sintéticas. Pero en una evaluación costo beneficio, el resultado es que las innovaciones dejaron una sociedad con mayor valor, por eso al margen de los perjuicios que ocasionan, son mayoritariamente apreciadas. Pues como con el fuego y el lenguaje, adoptamos novedades al considerar que nos servirán de ayuda. Este es el objetivo de la innovación, promover una sociedad de juego de suma positivo, que nos permita a todos estar mejor que en la situación inicial.
Por otra parte las condiciones que promueven el desarrollo de las innovaciones como ser mayores grados de libertad social, incremento de los conocimientos, elevación de los niveles educativos, mayor información y crecientes grados de comunicación, cantidad de investigadores trabajando, políticas públicas de I+D, evidenciarían una tendencia global positiva, aún con un sinfín de contra-ejemplos y la persistencia de gravísimas limitaciones.
Si bien es muy probable que el impulsor reciente de la innovación – la competencia con manufacturas elaboradas con bajos salarios – tienda a disminuir en el mediano plazo, las sociedades tienen pendiente encontrar solución a desafíos mucho más importantes: alimentar en forma digna y sana y, mejorar la salud de la población, hacer sostenible nuestro planeta o, en palabras de Amartya Sen, liberar las capacidades de cientos de millones de personas que no llegan al umbral de subsistencia, que requerirán en gran medida de propuestas de innovación social para su solución.

Si consideramos que la innovación tiene una valoración positiva de la sociedad, junto a un entorno propicio para la misma y a desafíos sociales que requieren respuestas novedosas, de la conjunción de estos tres elementos, es esperable que la tasa de cambio de la innovación continúe siendo crecientemente creciente, más allá de las modas o del posible desgaste de dicho concepto.